martes, 8 de julio de 2008

Número III

Me esquivó.

Y convenció a un dudoso inseguro de que había sido por cualquier otra cosa. La anarquía del silencio se instauró entre los dos, hasta que por la tarde traté de poner el Sol en el día y la Luna en la noche. Egoístamente, exigí cosas que no se deben, formulé preguntas que no se pueden responder, y comprometí la amistad que acababa de surgir.
Cuando llegué a casa me di cuenta de lo que había hecho, y escribí a la atención de la convocatoria de gracia pidiendo perdón por el ego malgastado. Y proponiendo un Laissez-faire que puede que no acabe como yo quisiera, lo prefiero a perder piedras preciosas por valor de un beso más. He intentado vivir con agujeros en los bolsillos y sólo he conseguido muerte y mentiras. No puedo cambiar.

Y ahora está ya todo perdido.

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