miércoles, 14 de mayo de 2008

A solas con la luna enluquezco

En la solemnidad de un paseo a solas bajo las farolas antiguas
dejé escapar el suspiro contenido que le robé a un mendigo para aligerar su pesadumbre,
el quejido quebrado que había quedado atrapado entre las sombras de esa noche,
el maullido del gato negro que se cruzó en nuestro camino por los tejados viejos.

Y fue el silencio la respuesta,
fue el esperado regalo envuelto con la desesperación,
con la desazón como lazo opresor de un cuidado presente:
"para ti pequeña, con todo mi empeño;
tu cuarto menguante,
tu cuarto creciente… "
aquel cuidado presente…
la luna llena de ti.

No poder concentrase en un solo pensamiento,
perderse para encontrarse,
y sin cruzar ni una mirada sentir que la calle está tan llena de todo que no cabe ni una lágrima más en el suelo…

-Ríete niña, que el aire sostiene tus sonidos y aguanta tus sueños,
que si no hay lugar en el suelo no puedes llorar,
pero siempre que rías él te va a escuchar.

Sentada en Portugalete y sin nadie por la calle
comencé a tratar con la luna,
a escuchar sus miserias,
a celebrar su dulce condena
de cruzarse con el sol todos los días del año…
ay…
de cruzarse con el sol sin poder dormir en sus brazos.
Y en ese banco,
y en esa madrugada,
quise dormir a los miedos que flotan en agua salada
y que percuten alrededor en una danza sagrada que cada cual vive a su modo.
Y en ese banco,
aquella madrugada
solemne
sola
soñé despierta con un simple descuido,
con un encuentro fortuito,
con tu aliento en mi cuello...
con un mundo más bonito.