martes, 22 de abril de 2008

La escalera de los mil peldaños

- No importa. ¿Estás bien?

- No.

- ¿Qué te pasa?

- Estoy pensando en dejarlo todo.

- No jodas…

- Sí.

- Antes de preguntar por qué tengo que decirte algo: me dolería mucho que te fueses. Puede que tengas razones, pero yo en esta ciudad me siento a gusto gracias a gente como tú.

- No me veo capaz.

- ¿Y qué? Esa es la visión que tienes ahora, pero inténtalo más tarde, por favor. Esta vida que vives es un sueño…

- No puedo seguir así. Quiero estar bien, y lo demás no importa. La verdad es que no quiero hablar de ello.

- De acuerdo. Pero algún día me tendrás que explicar todo. Últimamente te veo mal con mucha frecuencia.

- Te lo diré cuando todo esté bien.

- Hoy cuando te vi, estabas llorando, ¿no?

- Sí.

- Pues te juro… te juro que hoy… habría estado abrazándote durante una hora. Pero me eché atrás cuando se acercaron a ti dos amigas. Pensé que tres personas serían demasiadas personas. Pensé que podía tratarse de la muerte de algún familiar, pero preguntar acerca de un hecho del que te acabas de enterar es retroceder y volver a pisar la misma mierda de nuevo. Pensé simplemente en preguntarte qué te pasaba, pero me pareció una pregunta tan larga de contestar, que metí mis manos en los bolsillos y me fui.

- Bueno…

- Pero tú no tienes que pensar nada. Si estabas nadando en el mar y te cansaste, ponte en plancha y déjate llevar. En esos momentos no tienes que mirarte a ti y a tu desgracia, sino a tu alrededor. Observar, y recapacitar: ¿Qué tengo? ¿Soy feliz?

- Ya…

- Llevo todo el día inquieto, triste. Pensando en por qué llorabas esta vez. Pero comprendo que mi preocupación pueda resultar asfixiante. Por eso, si alguna vez actúo torpemente, perdóname. Se deberá sólo al desconocimiento de la causa real.

- No hay nada que perdonar, lo sabes. Todo esto va mucho más allá…

- ¿Cuántos besos te han dado hoy? Espera, no contestes, seguro que más que a mí. ¿Cuánta gente ha venido a dártelos? ¿A cuántos se los has pedido? Piensa en ello y no te apagues, porque tu llama comparte mecha con mi llama, y si tú te vas, sólo quedará una triste vida que quemar en soledad. Todo el mundo es feliz a tu lado. Contagias felicidad. Mi buen año en la empresa quizás se deba a ti y al buen humor que has mantenido durante tanto tiempo.

- Me alegro, de verdad, pero no puedes acompañarme cada vez que yo…

- Ya, no puedo pero así ocurre. No te estoy chantajeando. No te obligo a que seas la de antes para que yo también pueda serlo. Por favor, sonríe aunque no tengas motivos. Sonríe por que nada pueda ser peor. Pero no pierdas esa sonrisa que te alimenta. Que nos alimenta a los que estamos a tu alrededor. Y ahora que me acuerdo, ¿tú no deberías estar de viaje?

- Sí, pero como ya te he dicho, lo he abandonado todo.

- ¡Pues no! ¿Qué haces que no luchas por tu propio bienestar? Lo más importante para ti eres tú. ¿Y sabes quién más? Tú. Llama a los chicos, hazte una cura de amigos. Queda con ellos. Han estado ahí siempre. Proponles cambiar el plan. En lugar de salir a tomar unos vinos, busca algo más interesante. Encuentra esa sensación que tenías cuando estabas rodeada de tus amigos, de tu gente importante, esa sensación que te transportaba a otra dimensión, a la que has llegado sin intercambiar palabra alguna con esas personas. Una habitación, tu gente, el silencio.

- Suena un poco raro, ¿no crees?

- Si, pero ¿a que te gustaría sentirlo de nuevo?

- No sé…

- Quiérete y piensa en lo que tienes. Muy mal tienes que estar para decir que tu situación ahora es una mierda. El trabajo te va mejor que nunca, estás de vacaciones, tus amigos arreglaron las suyas para iros de viaje todos juntos. Tienes los mismos amigos de siempre, e incluso más. Has madurado. Las huellas que has dejado en el camino no importan, no importa cómo has llegado hasta aquí. Sólo piensa que todo ocurre por una razón, y aunque me cueste creer que los problemas ayudan, es cierto. En realidad los problemas no ayudan, joden más que ninguno. Pero la manera de superarlos es lo que te hace crecer.

- Tocada y hundida jejeje.

- Repito: quiérete, vales mucho. Aparte de ser una mujer guapísima, contagias la felicidad con el movimiento de un solo músculo de tu cuerpo. El más leve parpadeo, la mirada retenida durante el tiempo preciso. No conozco a nadie que sepa hacer todas esas cosas tan bien como tú. El mundo está harto de cenizos, y las personas necesitan que se les recuerde de vez en cuando por qué están aquí. Recibir un motivo por el que levantarse por la mañana. Fuerza para superar los problemas. Y tú eres la pieza más importante de la cadena. Eres vital para muchísima gente. ¿O hace falta que te mencione el nombre de…?

- Sí, ya sé quién es.

- ¿Sabes? Cuando alguien se tropieza, el cerebro analiza durante un instante el material sobre el que el cuerpo va a caer para preparar la defensa. Tu cerebro en cambio, no se acuerda de que nunca tendrá que hacerlo, porque nunca te dejaremos tocar el suelo. Tienes a un batallón de gente pendiente de si has dormido bien, de si has comido, de lo que sea. Eso no es invento de los demás, sino tuyo. El cariño que diste se te devuelve con creces, las personas agradecen con todas sus fuerzas el poder estar junto a alguien como tú. Tienes suerte de ser así, de tener gente que te quiera, tener quien te pregunte cada día ¿qué tal estás hoy? Es muy raro encontrarse gente como tú que lo dé todo, y la especie humana tendemos a conservaros con recelo.

- Ah, bien, ¿ahora me llamas marciana? Jajaja

- Jajaja si, eres una marciana de antenas verdes y un don. No lo pierdas por muy grande que sea la montaña de problemas. Tu don es la sonrisa. Esa sonrisa que conquista a las personas. Esa gente es tu don. ¿Y sabes? Mucha gente nos dimos cuenta.

- ¿Y por qué crees que pasa eso con mi sonrisa?

- Por ejemplo, es estúpido, pero cada vez que pronuncio tu nombre en voz baja casi a punto de dormirme me escuecen la nariz y los ojos, y pienso ¿cómo he podido tener tanta suerte? ¿Hacía cuánto no encontraba este tipo de gente por el mundo? El otro día vino a cenar una buena amiga y vio tu foto en el salón. Me preguntó por ti, y dijo algo que me sorprendió, porque fue lo mismo que pensé el primer día que te vi: “esa chica es mágica”.

- Muchas gracias por todo lo que me has dicho, pero ya es suficiente. Me voy.

- ¿Cómo? ¿A dónde?

- A prepararme.

- ¿¿Qué?? ¿¿Prepararte para qué??

- Prepararme para volver a ser esa chica de la que has estado hablando. Puede que tarde semanas, tal vez meses…

- Pero… qué vas a…

- Voy a hacer el mayor truco de magia jamás visto.

- Por favor…

No hay comentarios: