Qué puro tu amor sobre la mesa,
como un ídolo rojo
tibio y firme entre mis manos.
Qué oscura tu voz entre las rocas
cuando a ráfagas de luna
me hablas desmayada.
Qué felicidad de ser dos vagabundos
sin tener que darse citas previas,
sin saber leer los mapas
ni doblarlos.
Y lo inhóspita que es a veces la memoria
cuando tiene que olvidar las cosas por las malas.
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2 comentarios:
Pero muy muy inhóspita.
Quizá si sigo sin peinarme alcance a parecer uno de tus vagabundos, sin saber leer un mapa pero con buena compañía para viajar...
Muy bueno.
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